Tarsicio González

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Después de fallidos intentos por realizar un escrito bien hecho, el regordete paisano Tarsicio González, decide buscar opciones en una escuela de escritura que le recomendó don Godofredo, señor entrado en años, pero que masticaba la literatura como pocos.

A Tarsicio sus amigos le habían dicho que era un poetazo, que no era necesario estudiar más a fondo el noble oficio de ser escritor. Que, así como escribía él, era más que suficiente. Él era un tipo que, como se dice vulgarmente, las agarraba en el aire y ahí componía sus poemas. Según él mismo.

Por más que se esmeraba nuestro autóctono personaje, nunca le salían las palabras idóneas para conformar un buen poema.

Cierto día, publicaba y compartía una poesía de su autoría.

“Es el limón el ensamble perfecto para mi pozole”

Las repercusiones en las redes sociales no se hicieron esperar, teniendo más de cinco mil reacciones positivas, y donde él se sentía halagado por tan noble distinción.

Por esas manifestaciones de cariño, Tarsicio hacía caso omiso por meterse en la escuela de escritores para mejorar sus habilidades creativas.

Hasta que cierto día, un licenciado, que recién había conocido, le sugirió que, si estudiara, que lo que escribía, pues era muy básico y no se hacía merecedor de darle el título de poeta, Esto entristeció a Tarsicio quien ni tardo ni perezoso fue a buscar la mejor escuela de escritura en la ciudad de México. Había tantas que no sabía cuál era la mejor. Hasta que a lo lejos observó un anuncio publicitario, era una escuela de creación literaria llamada “Los poetas infernales, puesi,ah, sin pesso,ah” Este atractivo nombre dejó a Tarsicio perplejo, tanto así, que rápidamente fue a pedir informes para ingresar a dicha escuela.

Cuando se entrevistó con el encargado, Tarsicio le preguntó el porqué del nombre de la escuela, a lo que el dependiente se encargó de aclarar:

  • Mire, pues la poesía es libre, y en alusión al poeta portugués, pessoa, se utilizó para que sepan que aquí sí es poesía y sin pessoa, esto es, que no pagará ningún peso por aprender. Esta es una organización sin fines de lucro, cosa que agrado más al rechoncho y futuro poeta. Eso fue lo que hizo a Tarsicio dibujar una sonrisa más grande que una luna en  cuarto menguante.

El encargado le dio los pormenores del curso, así como el plan de estudios, que tan solo era de una semana. Tarsicio estaba tan emocionado que ya veía su nombre en las mejores ferias del libro del país, así como sus obras editadas.

Tan emocionado estaba el futuro poeta, que preguntó sin miramientos:

Oiga, pero aquí dice que esta es la única escuela de escritura donde no se escribe. ¿Entonces cómo veremos nuestro avance, cómo analizaremos nuestras obras?

Y tampoco hay corregimientos de textos ni nada por el estilo.

El dependiente, sereno y sabedor de su trabajo, le explicó a Tarsicio.      – Mira aquí se te dará a un grupo de personas que leerán tus textos y que te dirán que escribes fenomenal, aunado a que no se corrige nada, tu texto es totalmente natural así tal cual lo escribas, con errores, ya es que en esta vida nada es perfecto, además que la ortografía es subjetiva, puedes cometer diez mil errores, pero eso ya dependerá de ti si lo corriges o no, aquí nadie te dirá nada. Mientras le entienda la gente, no importa si “escrives bestido o vestido”

Además, aquí se te enseñará toda clase de rimas, arrimones, y arrumacos dependiendo tus conductas. De la misma manera, dentro del género de la décima se te brindará una pócima para que detones todo tu potencial de escritor.

Y así fue como Tarsicio, que después de un intenso curso de una semana en la escuela de escritura, se convirtió en un poetazo infernal.