«Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído.» — Jorge Luis Borges.
Marzo es un mes raro. No es ni el inicio ni el final de nada, pero siempre nos sorprende con sus giros. Es el mes de los intentos, de los propósitos que siguen a medias, del clima indeciso y de los planes que empiezan a tomar forma o a derrumbarse.
Es el mes en el que aprendemos a resistir. A adaptarnos. A darnos cuenta de que, aunque enero nos prometió un año nuevo, somos los mismos de siempre con las mismas batallas. Pero también con la misma capacidad de seguir adelante.
Marzo me recuerda a Ana, una amiga que conocí en un café. Ella tenía esa mirada de quien ha visto demasiado y sigue en pie. Su historia no era distinta a muchas, pero su manera de verla sí. «Resistir no es aguantar todo», me dijo una vez, «es saber cuándo seguir y cuándo cambiar de camino».
Y eso es marzo: un recordatorio de que la vida sigue, con sus vientos impredecibles, con sus días soleados y sus tormentas repentinas. Que no importa cuántas veces nos caigamos, siempre podemos levantarnos. Y que la resiliencia no es una moda ni una frase motivacional, es la única manera de seguir en el juego sin perder la cordura.
Porque al final, la verdadera fortaleza no está en nunca caerse, sino en aprender a levantarse con más ganas. Y si marzo tiene algo que enseñarnos, es precisamente eso.
Por Trodos Canbol sígueme en el canal de YouTube «Diálogos de Escritura»